Como muchas otras metodologías para promover el desarrollo regional, los clusters tienen su cuota respetable de seguidores y detractores. Entre los detractores los hay que en una forma auténtica piensan que cuentan con otra opción mejor, pero los hay también que se oponen simplemente porque no encuentran evidencias concretas y cuantitativas en el muy corto plazo.
Quienes creemos en este concepto no somos ajenos a las dudas, al escepticismo y a una cierta desesperación por no ver resultados concretos más pronto. Sin embargo, seguimos empeñados en el esfuerzo, convencidos de que los resultados se dan no sólo en el plano cuantitativo sino también en términos intangibles de capital social y un mayor involucramiento y participación de todos los actores. Pero, ¿de dónde viene esta confianza? ¿qué encontramos de especial en esta metodología de clusters?
Afinidad por la CLUSTERIZACIÓN
Siento que lo que hace a los clusters tan atractivos es su afinidad con una serie de valores humanos entre los que destaca la colaboración, la confianza, la necesidad de tener mayor control sobre nuestro futuro. Podemos aducir, inclusive, que una de las primeras respuestas de nuestros instintos más básicos de supervivencia es precisamente la de asociarnos. Ya Aristóteles definía al hombre como un animal social, precisamente por su necesidad de cooperar con otros de su especie para sobrevivir. No es entonces difícil extender esta tendencia a la necesidad de sobrevivir en el plano económico como individuos y empresas.
En este razonamiento, podemos inclusive progresar en la Pirámide de Maslow, identificando igualmente nuestra inclinación por la socialización y la búsqueda de afinidades. En su nivel más alto, el de autorrealización, encontramos en los clusters también elementos de altruismo y de una mayor posibilidad de innovación y creatividad.
‘Coopetencia’
Por otro lado, los clusters resuelven el conflicto que nos trae el dilema de competir vs. colaborar con colegas, conocidos y hasta amistades involucrados en empresas similares. Esto, que algunos han llamado la ‘coopetencia’, se resuelve al aceptar que en mundo globalizado la competencia está afuera de nuestra región y que la unión entre ‘competidores locales’ lleva a un mejor resultado para todos.
Unidos para vencer
Me recuerda esto la anécdota del nuevo chico del barrio. Recién llegado a la vecindad, caminaba por la banqueta explorando la zona cuando interrumpen su paso tres chamacos. A pesar de sentirse amenazado, el nuevo chico procede con calma a trazar una línea en el piso frente a los otros tres, retando a que la cruzaran. Extrañado, pero con la confianza que le daba su estatura y el sentirse dueño del territorio, el de en medio cruza de inmediato y lo increpa diciendo ¿y ahora qué?. Ahora, dice el chico nuevo, somos dos contra dos; démosles una tunda.
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