¿Si mi cuerpo ha perdido la agilidad de la juventud, se preguntaba Elkhonon Goldberg, cómo es que siento que mi capacidad de contribuir intelectualmente está mejor que nunca? Goldberg, experto neurosicólogo de la Universidad de Nueva York, después de haber analizado por más de 30 años las tomografías del cerebro de un gran número de pacientes, decidió a sus 57 años hacer lo mismo con el propio . El resultado no fue sorpresivo, su cerebro mostraba el envejecimiento natural para alguien de su edad. “Típico de un cerebro bien usado”, fue el benévolo comentario de uno de sus colegas. En efecto, todos los órganos del cuerpo humano están sujetos a las leyes de la vida y el envejecimiento, y el cerebro, para algunos el órgano más importante, no podría ser una excepción.
Sin embargo, para Goldberg la paradoja era evidente. En contraste con el resto de los órganos, el cerebro parece mejorar con la edad. Esto lo denominó la “Paradoja de la Sabiduría”, que a la vez utilizó de título para el libro en el que describe las conclusiones a las que le condujeron sus investigaciones (“The Wisdom Paradox: How Your Mind Can Grow Stronger As Your Brain Grows Older”).
En resumen, el cerebro no funciona mejor o peor que en la juventud, simplemente opera diferente. Con el tiempo y la experiencia, pasa de resolver problemas por la fuerza bruta al uso del reconocimiento de patrones. Para un cerebro maduro ya no es necesario el trabajo exploratorio entre mil alternativas buscando una solución sino simplemente un ejercicio rápido de encontrar en la memoria experiencias parecidas. Lo que se pierde de capacidad de esfuerzo mental con la edad, se compensa por una nueva capacidad instantánea, casi mágica, de comprensión profunda. Se hace uso de asociaciones distantes a veces sorpresivas, con nuevas y muy variadas conexiones con experiencias anteriores.
Goldberg distingue entre el conocimiento descriptivo (¿qué es esto?) y el conocimiento prescriptivo (¿qué debo hacer?). El primero requiere un esfuerzo de estudio y análisis muchas veces partiendo de cero, mientras que el segundo se ve fuertemente incrementado con la experiencia acumulada y el almacenamiento en la memoria de patrones referenciales a los que se puede acceder en cualquier momento. El saber correctamente que hacer en una situación dada es, para muchos, la expresión de la sabiduría. Goldberg también propone un mecanismo basado en la diferenciación funcional de los hemisferios del cerebro. El hemisferio derecho del cerebro es el encargado de la creatividad y lo novedoso mientras que el izquierdo es el almacén de patrones bien desarrollados. Con la edad, se presenta una transferencia gradual del predominio sobre la función del cerebro pasando del derecho (explorador) al izquierdo (experto).
La conclusión es que el envejecimiento bien puede ser un precio justo por la sabiduría .
¿Y la creatividad?
Esta perspectiva no deja de ser una buena noticia para los “Baby Boomers” quienes están ahora entrando en una etapa de la vida hasta ahora desconocida en la historia de la humanidad. Se trata de una especie de “adolescencia de la madurez” donde el retiro no tiene cabida y en su lugar se habla de nuevas carreras y objetivos, sin los límites y restricciones impuestos por la búsqueda de la seguridad económica. En estas nuevas actividades indiscutiblemente se podrá capitalizar la variada experiencia acumulada, en muchos casos, en varias profesiones y carreras.
Pero, siempre hay uno, no deja de preocupar que con la edad la nueva fuerza de la función del cerebro se base tanto en la experiencia. El contar con soluciones basadas principalmente en experiencias pasadas obliga en alguna manera a siempre conducir con la vista en el espejo retrovisor. ¿Qué espacio queda para la creatividad, esa valorada cualidad de quienes se atreven a buscar nuevas rutas, muchas veces por desconocimiento y/o por el simple gusto de retar el status quo?
Se atribuye a Einstein el comentario de que los grandes contribuciones al descubrimiento científico las realizan personas antes de cumplir 30 años de edad. Un artículo reciente de la revista “Nature” (http://www.nature.com/news/2011/111107/full/news.2011.632.html) lo desmiente en alguna forma ya que un estudio de los Premios Nobel muestra que la edad a la que los científicos realizan los descubrimientos por los que son reconocidos ha aumentado en forma importante. Se sugiere que esto puede ser debido a la creciente complejidad y a la necesidad de acumular más conocimiento antes de hacer una contribución novedosa. Sin embargo, Harry Kroto, de la Universidad Estatal de Florida, quien hizo su descubrimiento por el que le otorgaron el Premio Nobel a la edad de 46 años, predice que esto tiene un límite, señalando que “con los años uno tiende a huir de los experimentos alocados que nadie más ha concebido”.
Para resolver esta nueva «Paradoja de la Creatividad y la Sabiduría» basta acudir de nuevo a una cita de Einstein:
“Cuando se deja de aprender, se empieza a morir”
Aprender con curiosidad inagotable no sólo a través de los trabajos de otros sino también con la experimentación personal y propia, y con la exploración de nuevos senderos del conocimiento. El aprendizaje constante, continuo y permanente es la mejor manera de mantener la actitud intelectual de la juventud y al mismo tiempo explotar la eventual bendición, no garantizada, de la sabiduría.
Filed under: Reflexiones personales | Tagged: Creatividad |
Deja una respuesta