Pedro ( ) – ¡Tú sólo piensas en ti mismo!
Luis ( ) – ¿Qué te hace pensar eso?
Si la Triple Hélice es una gran idea, ¿porqué es tan difícil de convertir en realidad?
No hay muchos argumentos en contra de la Triple Hélice. ¿Quién puede cerrar los ojos a las ventajas de la colaboración y la coordinación entre Gobierno, Academia y Sector Productivo? Además, es una idea tan amplia que sin mayor problema permite adaptaciones a muy diferentes circunstancias y condiciones. La colaboración no sólo es un concepto básico en la esencia misma de la sociedad sino que es una herramienta obligada para competir y progresar.
Ciertamente hay muchas razones de orden práctico que complican el trabajo conjunto. Es difícil conciliar agendas para las necesarias reuniones de planeación y para los no menos valiosos viajes de ‘benchmarking’. Los recursos son el eterno problema aunque todo es cuestión de redefinir prioridades, pues como bien decía Jack Welch, ex-lider de GE, «presupuesto es estrategia».
Los aparentes conflictos con la actividad diaria desaparecen cuando se acepta esta colaboración como una manera más eficiente de perseguir los objetivos individuales. Pero esto último nos lleva a la médula del problema: la congruencia entre los objetivos individuales de cada uno de los actores de la triple Hélice.
Objetivos comunes y particulares
Para cada una de las partes, es una aspiración legítima el establecer y perseguir objetivos particulares. En la medida en que exista conflicto entre los actores a partir de sus objetivos particulares, se generarán tensiones y reacciones que anularán los esfuerzos de cada uno. La escapatoria a esta emboscada es la alineación de objetivos. Sin embargo, esta alineación no puede ser en los términos exclusivos de una de las partes ya que para los demás implicaría una renuncia difícilmente aceptable. Debe por tanto, encontrarse un campo común en el que se encuentren beneficios para todos.
Hasta aquí, la metodología presenta una lógica muy convincente y se llega sin mayor problema a aceptar la necesidad de objetivos compartidos. Pero es también a partir de aquí donde las dificultades empiezan. La más importante es la de diferencia de perspectivas. Para cada uno es muy aceptable hablar de objetivos comunes pues, desde su propia perspectiva, los imagina muy parecidos a sus objetivos particulares además de tener poca conciencia de las circunstancias y necesidades particulares de las otras partes. En estas circunstancias hasta el lenguaje se vuelve una barrera, dada nuestra natural tendencia a interpretar los mensajes de otros en base a lo que deseamos oír.
La importancia de una Visión
Un primer paso para definir los objetivos comunes es la definición de una Visión que describa el estado deseado. La característica de una Visión efectiva es que sea compartida, esto es, que sea considerada como propia por cada uno de los involucrados. Pero esta “apropiación” no se da a partir del contenido específico de la visión sino por el proceso que lleva a ella. Si no fuese así, bastaría con llevar al grupo una visión típica pues, después de todo, en su versión final y compacta, las visiones de muchas organizaciones y grupos difieren poco.
Para hacer propia una Visión, es necesario participar en su generación. Se tiene así la posibilidad de plantear inquietudes y aspiraciones, y establecer un proceso de comunicación e intercambio con los demás actores que permite la sensibilización de cada uno sobre las necesidades y perspectivas de los demás. Pero para que este proceso funcione se necesita renunciar temporalmente a las posturas y prejuicios individuales, haciendo un esfuerzo especial por ponerse en el lugar del otro.
Esta renuncia temporal no es posible si no existen las condiciones de confianza Seguir leyendo
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