El título de esta nota está en alguna manera inspirado en la obra de Joel Barker, “El Poder de una Visión”, en la que plantea que una visión positiva puede cambiar nuestras vidas. Una visión da sentido y dirección, facilita la toma de decisiones congruentes y consistentes, concentra y enfoca nuestra atención y, sobre todo, nos mueve a perseguir objetivos retadores y a vencer obstáculos amedrentadores. De hecho, una visión fuerte y sólida no es más que una anticipación de un futuro posible, pero sólo posible si estamos dispuestos al esfuerzo y los sacrificios requeridos.
Visión compartida
La realización de una visión es ya de por si difícil a nivel personal pero, cuando se trata de la visión de un grupo o comunidad, la complejidad crece matemáticamente con el número de personas involucradas. En ocasiones, se dice medio en broma, en un grupo pueden existir más visiones que participantes. Es aquí donde se encuentra el primer gran reto de una acción comunitaria: el contar con una visión compartida. No debemos, sin embargo, pretender que esta visión deba ser monolítica, basada en una sola idea central o en un número reducido de ideas. Si fuese así, lo más probable es que sería atractiva y motivadora sólo para un reducido número de los integrantes del grupo. Para que la visión funcione como tal, es importante que todos y cada uno encuentren algo que ganar en ella.
Lo ideal sería buscar una convergencia de las visiones individuales, donde se resalte el valor complementario de las diferentes posturas, en búsqueda de una visión común. Como ya se mencionó, es importante que cada quien encuentre algo de provecho en la realización de esta visión compartida, pero igualmente importante es que cada uno se asegure que los demás también tienen algo que ganar. Esto tal vez implique un cierto sacrificio en cada caso, pero éste sacrifico es sobradamente compensado por el efecto potenciador de la acción conjunta. Un beneficio adicional es que esta convergencia necesariamente resultará en una visión más completa, enriquecida por la diversidad de las contribuciones, perspectivas y experiencias.
Alineando visiones
La alineación y convergencia de visiones es un proceso que debe de tomar en cuenta no sólo la parte analítica que un proceso de planeación ofrece, sino también la sensibilidad a los sentimientos y emociones que confluyen en el intento de un esfuerzo conjunto. El proceso para desarrollar una visión compartida requiere, como elemento inicial indispensable, un capital social reflejado como la confianza entre los actores involucrados de que hay un interés recíproco y auténtico de un beneficio para todos. Sin esta confianza, el ejercicio de alinear objetivos se vuelve desgastante y al final improductivo.
La fórmula mágica, como en la gran mayoría de las interacciones humanas, es la comunicación. Un planteamiento directo de las expectativas de cada parte, alimentado con la información relevante y objetiva, puede conducir a la definición del marco básico de los elementos que deberán integrar la visión compartida. Estos elementos deben contribuir en tres niveles:
- descripción del futuro deseado (“queremos ser los mejores en…”)
- fortalezas y estrategias Seguir leyendo
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