Es de sobra comentado que una buena parte de nuestros problemas tienen su origen en que hemos dejado de lado la sabiduría de generaciones pasadas. De aquí nacen las corrientes de volver a lo básico (“back to basics”), el movimiento de la comida pausada (“slow food”) y muchos otros de índole similar. Se reconoce también que gran parte de esta sabiduría se encuentra reflejada en los dichos populares, al punto de que aún para esto hay un dicho que engloba a los demás: “Los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos”.
Sin embargo, a veces la realidad parece contradecir algunos de ellos. No sé si porque “todo depende del cristal con que se mira” o porque “la excepción confirma la regla” pero hay situaciones que merecen una segunda reflexión. Tomemos un dicho favorito de mi abuelo: “Recaudo hace cocina y no Catalina”. La primera vez que se lo escuché tuve que pedirle una explicación y ésta fue simple: el sabor de la comida depende de los ingredientes usados y no de la buena mano de la cocinera. La lógica es clara y la experimentamos seguido, pero tuve una vivencia que no he olvidado por la contundencia en que lo contradijo. En una ocasión, después de un recital de piano en un teatro en Chihuahua, un grupo de nosotros fue invitado a celebrar en casa del maestro de la debutante. En su sala pronto se retomó el tema de la música en torno a dos pianos en no muy buenas condiciones aparentes. Uno a uno fueron invitados, casi forzados, a tocar en uno de ellos varios de los estudiantes y aficionados presentes, pero a pesar de sinceros intentos poco lograban en su esfuerzo por arrancar melodías del viejo instrumento. No es de sorprender que los pobres resultados de los primeros hacían cada vez más difícil convencer a los siguientes. Y así seguimos hasta que se hizo la magia, cuando el maestro tomó el piano y acompañó a su esposa, una soprano de corazón, en un dueto insuperable. Fue la coordinación de dos almas gemelas, que con entrega sincera y verdadera pasión, nos transportaron al paraíso, rompiendo la idea de que ya habían pasado los mejores tiempos del instrumento y sus dueños.
¿Y qué tiene que ver el recaudo con los clusters? Bueno, para empezar en esa ocasión nos acompañaban un par de funcionarios del Banco Mundial que nos visitaban para conocer más de cerca el programa de clusters del “Proyecto Chihuahua Siglo XXI”. Pero éste no es el punto. Quisiera retomar esta anécdota a la luz de un error frecuente en el arranque de un nuevo proceso de clusterización. Para una ocasión así preparamos con esmero los ingredientes (el recaudo), con asesores, un estudio docto y profundo, un logotipo y un lema, oficinas, gerentes, acuerdos y ceremonias de lanzamiento y toda la parafernalia imaginable. Gastamos en el Steinway y la renta del mejor teatro de la ciudad, pero la música no se da.
¿Por qué no se da la música? Porque olvidamos que la magia está en el factor humano. Y no estamos hablando de Rubinstein, pero si de alguien que esté dispuest@ a entregar alma y corazón. Ese es el secreto de la clusterización, el cuidado del proceso humano. Podemos contar con pocos recursos y una estrategia mediocre pero, si logramos unión de esfuerzos y continuidad y perseverancia, los resultados serán mucho mejores que lo que nos puede ofrecer el mejor plan estratégico que no llega más allá del escritorio.
Alonso Ramos Vaca – Chihuahua
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