Una premisa básica en los procesos de clusterización es que las personas tenemos una tendencia natural a asociarnos y a colaborar, porque obtenemos un beneficio por actuar así. Sin embargo, este ha sido un tema de discusión permanente entre economistas y sociólogos quienes han identificado múltiples ejemplos que exhiben comportamientos opuestos y complejos, en los que intervienen factores que no necesariamente pueden ser considerados ‘racionales’.
En un primer planteamiento, los procesos de clusterización son recibidos con apertura y optimismo pues los argumentos a favor son claros y lógicos. Se forman así los primeros grupos de trabajo y se acuerdan los primeros planes de trabajo. Pero pronto empiezan a aparecer lo que podríamos llamar ‘fuerzas centrífugas’ que tienden a sembrar incertidumbre y dudas. De no ser atendidas, lo cual desafortunadamente sucede en muchos casos, éstas llevan a desintegrar los grupos y echar por tierra los esfuerzos.
Hay quienes acusan de pesimistas a aquellos que señalan los obstáculos a vencer, proponiendo concentrarse sólo en acciones ‘proactivas’. No reconocen el valor de identificar en forma preventiva estos obstáculos y tendencias opositoras como medio para el diseño de una estrategia de clusterización más robusta.
Fuerzas centrífugas
Sin el ánimo de ser exhaustivos, en cuanto al proceso humano podríamos clasificar estas ‘fuerzas centrífugas’ de la clusterización en tres grandes tipos:
Liderazgo fallido– En cualquier Seguir leyendo
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