En un mercado cada vez más abierto y globalizado, la inversión extranjera directa (IED) representa, como todo, ventajas y desventajas para el país receptor. La mayor parte de los flujos globales de inversión tienen como destino las economías desarrolladas ya que son atraídos por una mano de obra altamente calificada y por la fortaleza de las instituciones e infraestructura locales. Sin embargo, para las economías en desarrollo como es el caso de Latinoamérica, la IED es una oportunidad valiosa más no exenta de controversias.
En cualquier caso, se trata de un juego donde cada una de las partes busca obtener beneficios, aspiración muy legítima. En el caso de economías en desarrollo, estos beneficios pueden esquematizarse así:
- Para el país receptor, el atractivo inicial es generalmente la creación de empleo. Sin embargo, en el mediano y largo plazo se trata de crear un círculo virtuoso donde una mayor actividad industrial, de mayor nivel tecnológico, debe generar recursos para una mejor infraestructura y ambiente de negocios lo cual a su vez facilitará la atracción de nuevas inversiones así como el desarrollo de la empresa local.
- Las motivaciones del inversionista externo generalmente son agrupadas en torno a tres objetivos básicos: el ingreso a nuevos mercados, un aumento en la productividad a través de reducciones en costos y el acceso a recursos estratégicos.
La complacencia
La trampa en que pueden caer unos y otros es la complacencia, producto de beneficios iniciales exitosos. Es decir, el país receptor puede sentirse satisfecho con poder ofrecer a sus ciudadanos un mayor número de oportunidades de empleo y con los beneficios políticos de así hacerlo. Por su parte, la empresa externa puede igualmente limitarse a los beneficios marginales de un nuevo mercado o costos más bajos. Estas actitudes, sin embargo, renuncian a los verdaderos beneficios implícitos en una visión estratégica de largo plazo.
La controversia
Hay quienes ven la IED bajo un esquema de ganar-perder donde todos los beneficios van para el foráneo. No tiene necesariamente que ser así pero se requiere una visión estratégica y una posición proactiva de parte de la región receptora, partiendo del entendimiento de los máximos beneficios potenciales para cada una de las partes.
Hay diversas razones para que una empresa decida invertir en otro país. La forma más tradicional y antigua de IED es la que llega para explotar la existencia de ciertos recursos naturales. En otros casos se instala en un país en pos de nuevos mercados, compitiendo ventajosamente con los locales por las utilidades correspondientes. Un tercer tipo es aquella inversión que busca sacar provecho de menores costos de producción y/o menores restricciones laborales y ambientales. La IED que sólo busca menores costos representa en alguna forma lo que en una ocasión un funcionario de El Salvador denominaba “exportación de la pobreza”. Más saludable para el país receptor es la inversión foránea que llega para hacer uso de las redes locales de proveedores y el acceso a centros de desarrollo de tecnología.
Por su parte, la IED traen beneficios a la economía local generalmente con su aportación de mejores prácticas administrativas, acceso a recursos financieros y tecnología más actualizada. Si además se abre a los proveedores locales, trae consigo igualmente nuevos y preferentes accesos a mercados internacionales. Adicionalmente, a través de la incorporación del recurso humano local, se genera una transferencia de conocimientos y una capacitación en sistemas más avanzados de manufactura y operación. Los nuevos niveles de eficiencia productiva así alcanzados pueden a su vez ofrecer beneficios a la población en términos de productos y servicios más competitivos. Sin embargo, en ausencia de una institucionalidad local bien establecida, la interacción asimétrica con grandes empresas transnacionales pueden causar problemas a los consumidores, trabajadores y empresas locales.
Otro aspecto controversial de la atracción de IED es el costo para la economía local. Este costo puede ser por subsidios e incentivos directos pero también en términos de infraestructura específica y especializada. Sin embargo, hay una diferencia sustancial entre uno y otro tipo ya que mientras que los primeros tienen un efecto individualizado y finito, una buena estrategia en lo referente a la infraestructura puede convertir sus efectos de impacto general y de largo plazo. Un aspecto importante a considerar es que la atracción de una nueva IED puede tornarse en un proceso perverso en contra del más débil ya que genera una competencia desgastante entre regiones receptoras, llevando al límite sus ya de por si limitados recursos. La solución para una región en particular está en crear condiciones especiales, casi únicas, que invierta la relación negociadora y coloque al receptor en una posición de exclusividad.
La estrategia de atracción de IED y los clusters
Puede entonces plantearse que el efecto de la IED en la economía local depende de la existencia de un entorno institucional local que dé soporte y racionalidad a los esquemas de incentivos y en paralelo despliegue una estrategia de fortalecimiento empresarial e institucional local. Todo esto con objeto de crear un ambiente económico y competitivo para la inversión foránea cuyos atractivos y ventajas superen ampliamente lo que puedan representar los incentivos y subsidios temporales.
Para esto será importante cierto grado de especialización. Es decir, no se trata de atraer cualquier inversión sino dar prioridad a aquellas que permitan acelerar la creación de estas condiciones especiales de competitividad. Bajo esta premisa se vuelve más efectivo y eficiente el desarrollo de infraestructura especializada a la vez que permite el enfoque de los programas para el desarrollo de los proveedores locales.
Una estrategia para lograr este enfoque y especialización es el ligar los esfuerzos de atracción de IED con los procesos de clusterización. Por su naturaleza, los clusters facilitan el establecimiento de las relaciones necesarias entre las empresas foráneas y los proveedores locales de materiales, servicios e infraestructura. Facilitan igualmente el desarrollo colaborativo y coordinado de programas para promover el crecimiento de proveedores locales y el establecimiento de la infraestructura económica pertinente en sus modalidades de infraestructura física, del recurso humano, tecnología, recursos financieros y ambiente de negocios.
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Muy interesante, como siempre! Gracias. Un saludo des de Barcelona