Gobernanza: rivalidad y complementariedad

gobernanza.

1. f. Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.

2. f. ant. Acción y efecto de gobernar o gobernarse.

Real Academia Española

El término “Gobernanza” ha recibido mucha atención en años recientes, en particular en círculos académicos, con un enfoque coincidente con la definición que nos ofrece la RAE.  Su aplicación práctica, sin embargo, va un poco más lejos al usarse como una referencia a la serie de mecanismos y relaciones que hacen funcionar a una sociedad. En este sentido, Gobernanza no se refiere sólo al actuar del gobierno sino a la operación conjunta de éste y los diferentes actores sociales y económicos. Un elemento central en esta gobernanza es la manera en que tienen lugar los procesos de toma de decisiones en cuanto al establecimiento de objetivos y el uso de recursos de una región o país.

Las tendencias modernas llevan hacia una gobernanza en que la sociedad tiene cada vez un mayor peso directo y en la que se quedan atrás los estilos de gobierno autocráticos y aislados. Esta es una lucha aún presente en nuestra Latinoamérica y que se pensaba superada en los países llamados desarrollados, aunque los hechos recientes en varios países europeos nos muestran que aún ahí se tiene mucho camino por recorrer para aplacar el enojo y los reclamos de los ‘indignados’ y otros grupos.

La Gobernanza y el Cluster

En este tema de la gobernanza moderna, en lo económico el enfoque de cluster va a la vanguardia con su esquema de la Triple Hélice y la insistencia de involucrar a todos los actores del desarrollo económico, repartiendo cargas y responsabilidades. El cluster es un mecanismo efectivo para articular relaciones y acciones entre gobiernos, empresarios, instituciones académicas y organizaciones ciudadanas. Reconoce que ninguno de los actores puede ser efectivo actuando individualmente y destaca la complementariedad y la sinergia de la acción conjunta.

Desafortunadamente, del dicho al hecho hay un buen trecho. Aunque se reconocen pública y racionalmente las bondades de una gobernanza que “..promueva un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”, las costumbres y prácticas tradicionales son difíciles de superar. Podrá hablarse de complementariedad pero en el fondo prevalecen las actitudes de competencia y rivalidad que “inexplicablemente” frenan el avance y desmotivan al más comprometido. Se cae así en un estado de simulación donde la regla es “hacer como que se hace” y la estrategia básica es jugar con los tiempos, posponiendo y ‘dando largas’.

Rivalidad y complementariedad

Es entendible que esta resistencia a la Gobernanza Moderna se dé principalmente del lado del gobierno. Cuenta a su favor, además de los estilos tradicionales, el contar con el presupuesto público, el mandatos constitucional y la legitimidad que una democracia imperfecta le otorga periódicamente. Juegan también las trampas del poder y las ambiciones políticas propias o de grupo.

Pero el gobierno, como todas las organizaciones humanas, tiene limitaciones de varias índoles. Con todo y su magnitud, su presupuesto es insuficiente para atender todas las necesidades de la ciudadanía. Tampoco puede esperarse que sus funcionarios sean expertos conocedores de los problemas y vivencias sociales y económicas y por ende de las mejores soluciones.

Por su parte la ciudadanía, y los empresarios en el ámbito del desarrollo económico y los clusters, tiene mejor conocimiento de las necesidades específicas y, en la mayoría de los casos, de las mejores soluciones. Además por su propio interés e involucramiento, está dispuesta a poner su parte en el esfuerzo, lográndose así un efecto multiplicador de los recursos públicos.

Finalmente, no podemos menospreciar el efecto positivo del rol creciente de la sociedad como observador y evaluador de la acción del gobierno. Si bien es verdad que existen mecanismos formales de contraloría de la función pública, su diseño normalmente los limita a dar seguimiento a las variables de proceso (aplicación del gasto, control de la corrupción, avance de programas) con poco énfasis a los resultados finales y el beneficio de la población. En inglés se distingue muy claramente entre estos dos conceptos: no es lo mismo los productos del proceso (‘outputs’ tales como el número de nuevas escuelas) que resultados efectivos (‘outcomes’  tales como la calidad y la cobertura de la educación).

Desafortunadamente a los gobernantes no les gusta ser evaluados ni les gusta recibir recomendaciones ni sugerencias. De esta manera pierden, y perdemos todos, la oportunidad de cumplir su función de servidores públicos a plenitud.

No olvidemos, podrán dividirse las tareas pero la responsabilidad es de todos. Un gobierno sin sociedad es tan malo como una sociedad sin gobierno.

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