“A la mujer y al hombre se les juzga por lo que terminan, no por lo que inician”
“El Valle de la Muerte”. Así le llaman al momento crítico en la vida de un proyecto de negocios donde los retos de consolidar el concepto y su mercado y de conseguir el financiamiento necesario se vuelven una barrera de vida o muerte. Muchas son las ideas que se quedan aquí y sólo lo pasan aquellos proyectos bien planteados y sobre todo las que cuentan con un líder comprometido, convencido y, sobre todo, muy persistente.
Lo mismo pasa con las iniciativas de acción que forman parte del programa de trabajo de un cluster. Puede tratarse de la iniciativa inicial que busca precisamente la formación de un cluster dado o bien cualquier iniciativa que en el transcurso de la operación de éste se plantee para ofrecer ventajas adicionales a los integrantes del cluster.
Todos hemos tenido la experiencia de concebir una gran idea, una idea que nos mueve y emociona de momento pero que, por falta de una decisión real de actuar, termina en el mismo baúl de tantas ideas anteriores. Ésta es la terrible condena del eterno comienzo. En una cita, muy copiada pero no referenciada, se plantea claramente el problema: “sobran iniciativas, lo que faltan son ‘terminativas’ ”. La cita que aparece al principio de esta nota es aún más contundente. Me la compartió un buen amigo quien la recuerda desde sus épocas de estudiante: “A la mujer y al hombre se les juzga por lo que terminan, no por lo que inician”.
Excusas sobran y explicaciones más. Recientemente escuchaba una que sólo convence momentáneamente, alguien que se defendía alegando contar con un plan de acción muy completo. No es malo tener un plan, y menos si es uno muy completo. Lo que mata es que se quede en eso, un simple plan. Los planes sin ejecución son tan sólo buenas intenciones de las que está empedrado el camino al infierno.
Los Demonios de la iniciativa
Las iniciativas se ven seguido asediadas por diversos demonios. La lista es larga. Son problemas y debilidades humanas muy conocidas. Aisladamente, cualquiera de ellos es suficiente para detenernos, pero frecuentemente somos víctimas de más de uno de estos demonios. La mejor receta y la mejor defensa es el estar consciente de estas amenazas. Con algunos es suficiente anticiparlos, sabiendo tomar las medidas a tiempo. Otros son reflejo de vicios y malos hábitos. Estos últimos serán siempre los demonios mas tercos y difíciles de vencer.
Dos son posiblemente los Demonios Mayores. Uno es sin duda la falta de un responsable bien identificado y comprometido. Si es una idea personal, no hay duda de quien es el responsable. Si la idea es de un grupo, no puede quedarse como responsabilidad de todos porque es lo mismo que responsabilidad de nadie. El primer paso en estos casos es nombrar el/la responsable.
Hay otro Demonio Mayor que nos convence de no tomar una acción inmediata. Tiene un nombre elegante, procrastinación, esa dulce tentación de posponer las cosas, dejarlas para mañana. Al dejar pasar tiempo no sólo se pierde una posible ventana de oportunidad sino también el fuego y la fuerza que brinda la inspiración y la creatividad.
Un segundo grupo de demonios tienen que ver con la estructuración de la tarea. Se traducen en la falta de un plan de trabajo concreto y la falta de una asignación adecuada de prioridades. Esto provoca saturación y conflictos, ya que un exceso de iniciativas en marcha puede conducir al desinterés y al bloqueo. Se une a estos la falta de indicadores de proceso y de resultados. ¿Cómo saber si vamos avanzando? Y si no vemos avance, ¿como mantener la motivación?
Hay un tercer grupo de demonios, muy traviesos y escurridizos, que explotan con particular eficiencia las debilidades humanas. Son los que nos llevan a convencernos de que las cosas se hacen solas y que el tiempo perdido puede recuperarse. Se reflejan también en la falta de motivación que provoca falta de arrojo y decisión. Vencen la perseverancia y la tenacidad, llevando al interesado a darse por vencido ante el primer obstáculo. Estos demonios saben bien que, como decía Eisenhower, la mejor estrategia no resiste el primer encuentro con el enemigo y explotan la frustración resultante para desalentar y matar el espíritu de lucha.
Suena ya masoquista seguir con esta lista pero no se pueden dejar fuera los tradicionales demonios del miedo a fallar y a tomar riesgos, la flojera y la desidia. Pero terminemos con una nota positiva. El esfuerzo siempre da resultados, aunque éstos no sean inmediatos. Vale la pena mantener siempre en mente la conocida frase de los deportistas:
“El dolor es temporal, el orgullo es para siempre”
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