Sé poco o más bien nada de música, pero tengo la suerte de estar expuesto a ella gracias a la pasión de mi esposa por el piano. Esto me llevó a vivir una interesante experiencia el día de ayer, en un recital organizado por su maestra de piano. En el recital participaron estudiantes literalmente de todas las edades entre 6 y 66 años. Obviamente había compatibilidad entre las habilidades de cada uno y la dificultad de la obra a su cargo y, excepto por los esperados efectos de tocar en público, el desempeño en general fue muy bueno. Claramente la maestra había hecho su tarea en la enseñanza de la técnica.
Algo faltó
Y sin embargo no dejó de llamarme la atención el caso de una joven pianista, Mariana, que nos brindó 3 piezas de dificultad media-alta (Chopin, Schubert, Debussy). Fue una percepción compartida por otros asistentes con los que comentamos después. Mariana había exhibido muy buena técnica y se había mostrado segura en todo momento. Aún así, le faltaba lo que atinábamos a llamar ‘espíritu’, ese algo que emociona e involucra a las audiencias. En pocas palabras, Mariana no mostraba pasión por su comisión. Simplemente cumplía, y bien, su tarea siguiendo los pasos que la partitura memorizada le imponía. El resultado se traslució con algunos bostezos y desencanto.
La pasión de Rubinstein
Esto no tiene que ver con el nivel de conocimiento de Mariana. Aún en los más altos niveles de desempeño nos encontramos la técnica impecable de un Ashkenazy que se siente fría y mecánica junto a la pasión y calidez de un Rubinstein. La técnica, aunque necesaria como base para cualquier tarea, no sirve si no se acompaña con la entrega y la pasión de quien goza lo que hace.
¿Y los clusters?
Lo mismo sucede en el manejo de los clusters. Los líderes o facilitadores de clusters pueden conocer a fondo los manuales y las técnicas de los mejores expertos del mundo y aún así fracasar si les falta pasión. Es la pasión la que involucra emocionalmente no sólo al líder sino también al resto del equipo. Es la pasión la que permite improvisar ante situaciones inesperadas o para recuperarse de errores y accidentes. Es la pasión la que le da el toque individual a cada proceso y que vuelve a cada uno de los involucrados en propietarios de un proceso con cuyo éxito están comprometidos hasta el fin.
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muy bueno Alonso. Totalmente de acuerdo. Me encantó.