Las iniciativas de clusters no son más que una alternativa más, entre las muchas exploradas a través del tiempo, para impulsar el desarrollo económico de regiones y países. Sus resultados mayormente positivos las han popularizado y las han hecho objeto de muchos estudios y reflexiones.
De hecho, la inquietud por conocer que es lo que hace que una región o país tenga más éxito que otros antecede al propio Adam Smith, quien en su “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” propuso que esto se debía fundamentalmente a la división del trabajo y la libre competencia. Desde entonces esta pregunta ha sido tomada por muchos estudiosos, con propuestas complementarias en ocasiones y en otras con posiciones totalmente opuestas.
Un nuevo intento se presenta en un libro recién publicado por dos economistas de MIT (“Why Nations Fail”, por Daron Acemoglu y James Robinson), el cual ha sido acompañado de buenas críticas de algunos Premios Nobel de Economía. Ha llegado a ser comparado con la obra de Smith por algunos pero criticado por otros por falta de originalidad y los errores resultantes de un alcance demasiado ambicioso al cubrir épocas desde los romanos y casos en 5 continentes.
Su aportación, sin embargo, no deja de ser valiosa al rescatar la idea de que son las instituciones más que los recursos naturales lo que hacen que un país o región tenga éxito. Esto no implica que los recursos naturales no tengan importancia, más bien que lo que hace la diferencia es lo que la gente hace con estos recursos. Y lo que determina que hace la gente con sus recursos son precisamente las instituciones y las políticas que emanan de ellas.
Los autores demuestran que aquellos países con instituciones “incluyentes” son capaces de ofrecer incentivos a individuos y empresas para desarrollar nuevos negocios. Éstas son instituciones políticas de naturaleza plural y democrática, que extienden a todos los derechos políticos y de propiedad y que proveen infraestructura pública. En contraste, los países con instituciones “explotadoras” no están inclinadas a ofrecer incentivo alguno. En estos casos el poder se ostenta por un grupo reducido.
Las instituciones políticas y económicas son al final de cuentas resultado de decisiones humanas y pueden ser en gran medida independientes de los recursos naturales y las condiciones existentes en un momento dado. Los errores provocados por una política determinada son por diseño ya que, afirman los autores, los líderes “explotadores” escogen un camino, no para maximizar la prosperidad económica sino para perpetuarse en el poder o simplemente para enriquecerse.
El caso de Latinoamérica
Un caso más cercano es tema del primer capítulo de este libro, que empieza contrastando el desarrollo de los dos Nogales, poblaciones de los estados de Sonora en México y Arizona en EEUU, divididas por la frontera y por instituciones con enfoques diferentes.
En la explicación de los autores, el origen de estas diferencias se remonta a la conquista. Los conquistadores en Latinoamérica buscaban oro y plata, y pueblos para sojuzgar, por lo que no se interesaban en territorios poco poblados que ofrecían otro tipo de oportunidades como por ejemplo la agricultura, lo que los llevó a ignorar regiones como la de Buenos Aires. En Norteamérica, la estrategia inicial fue similar pero fracasó debido a una población generalmente dispersa. Como segunda opción, trajeron esclavos de África, estrategia que en el tiempo fracasó igualmente, como lo demuestra el desarrollo desigual del norte vs. el sur de los EEUU en el siglo XIX. En este siglo, EEUU aprovechó para corregir el rumbo y establecer instituciones fuertes e “incluyentes”, mientras que al sur del Río Bravo se vivían continuas luchas políticas en la que sólo los gobiernos “explotadores” podían sobrevivir y esto a costa de los ciudadanos.
Como ejemplo específico de estas diferencias a ambos lados de la frontera, los autores contrastan las muy diferentes condiciones que, en años recientes, permitieron a Bill Gates en EEUU y a Carlos Slim en México convertirse en los hombres más ricos del mundo.
El efecto cultural
A partir de Max Weber mucho de la diferencia en desarrollo se atribuyó a la “Ética Protestante”, una cultura de trabajo que premia la inversión a largo plazo. Acemoglu y Robinson consideran que esta explicación es insuficiente, a pesar de los recientes argumentos que proponen que el Islamismo, en contraste, tiene un efecto económico restrictivo. Estas posturas son desmentidas por los niveles de desarrollo similares en países europeos católicos y protestantes, así como por ejemplos como el del desarrollo divergente de las Coreas a partir de la Segunda Guerra Mundial, o de países que han cambiado repentinamente su política económica y que difícilmente pudieron haber cambiado su cultura de la misma manera.
Los clusters como política “incluyente”
En esta alternativa institucional, el enfoque de clusters cae definitivamente en el lado “incluyente”. Por diseño, los clusters buscan dar espacio a todos los actores económicos de la triple hélice, asignando roles y responsabilidades en forma abierta, voluntaria y transparente, siempre con la idea de que haya beneficios para cada uno. Nada más peligroso para la supervivencia de un cluster que el que una de las partes pretenda monopolizar las decisiones, el poder y por ende los beneficios. Una posición “explotadora” conduce pronto a la muerte de cualquier esfuerzo de clusterización.
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Desde mi experiencia como consultor quiero resaltar la importancia del concepto «incluyente».
Los micromundos pueden ser a veces espejos de los macromundos que los envuelven y a la inversa.
Por eso soy de los que piensan que hay que hablar de «glocalidad», en referencia de que existe un mundo global anclado en un mundo local y el mundo local que expresa a da sentido al mundo global.
Desde esta perspectiva, el mundo empresarial puede ser una imagen o una expresión local de esas posibles políticas «incluyentes».
Creo que cuando los actores de una empresas se sienten incluidos en los asuntos corporativos y a su vez las políticas corporativas intentan incluirlos o alinearlos en esa aventura incluyente, esas empresas alcanzan grados de excelencia y competitividad que logra resultados y da sentido a los mismos.
Por eso desde mi particular experiencia de consultor doy mucha importancia al concepto propuesto por el autor de este artículo al hablar de que los Cluster impulsan o expresan ese convencimiento de la «inclusiòn». Màs ahora que los problemas locales a veces resuenan más allá de los propios continentes. Caso de Grecia, por ejemplo.
Eso si no hay que perder de vista que incluir nunca puede ser uniformar. Incluir si, pero desde la propia personalidad e identidad. Por eso es tan importante decir que hay que potenciar las políticas incluyentes con tintes de Glocalidad.
Carles Macaya
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